jueves, 25 de noviembre de 2010

EL OBSERVATORIO: ¿CLIMA CULTURAL O ECONOMÍA DE LA CULTURA?

Entrevista a Octavio Getino – La Habana, abril 2006.
por Manuel Fernández Figueroa.
Boletín “Galerías cubanas”, abril 2006.  www.galeriascubanas.com
La Casona, sede de la Fundación del Nuevo Cine Latinoamericano, situada en las afueras de Ciudad Habana, con su ambiente campestre, acogió una vez más al cineasta argentino Octavio Getino.
Director y teórico del cine argentino que, junto a Fernando Solanas lideró el llamado “cine liberación” durante la etapa democrática a inicios de la década del setenta, hasta el golpe militar de 1976, siendo perseguido por sus ideas y posiciones neo-peronistas y de izquierda, a partir de esa fecha.

Pero ahora, Getino no nos llega como cineasta, aun cuando su profesión aflore en su disertación, casi cinematográfica, de la labor que realiza como Coordinador del Observatorio de Industrias Culturales (OIC) de la ciudad de Buenos Aires, adscrito a la Subsecretaría de Gestión de Industrias Culturales, dentro de la Secretaría de Cultura de Gobierno, de la ya mencionada ciudad autónoma. (NdeR: Estos datos están referidos al periodo en el que el entrevistado era Coordinador del OIC)
Esta conferencia, auspiciada por el Ministerio de Cultura, dentro del marco de eventos teóricos dedicados a la 9na. Bienal de la Habana, reviste especial importancia para nuestro sistema empresarial, pues nos brinda una visión general del panorama en que se encuentra el desarrollo de la industria cultural en la región.
Getino parte de una afirmación bien clara de la significación de los eventos culturales “como inversión y no como un gasto” así como “los pocos avances habidos en los estudios sobre la dimensión económica y de empleo de las actividades, los servicios y las industrias culturales. Sin embargo se aprecian cambios en los últimos años, como ha sucedido en Colombia, Chile, México, Brasil, Bolivia, Uruguay y Argentina, basados fundamentalmente en la iniciativa de organismos gubernamentales de economía y cultura, apoyado a veces en convenios de cooperación internacional, como los que propició el Andrés Bello y la Organización de Estados Iberoamericanos. En ese contexto, la Secretaría de Cultura del gobierno de la ciudad de Buenos Aires, decidió la creación del OIC como una vía de investigar y profundizar las relaciones de la economía con la cultura. Una labor que tuvo a la Argentina como pionera, ya que el primer estudio de ese carácter fue realizado en ese país a principios de los años noventa”.
Es indudable que la celebración de cualquier actividad cultural de índole internacional redunda en beneficios colaterales a la economía y el empleo de cada nación ya sea por lo que ella incide en el turismo, los servicios hoteleros y la gastronomía, los intercambios culturales y el desarrollo en general. Por otra parte las industrias culturales y su basamento tecnológico ocupan, cada vez un espacio mayor dentro del sector económico de las naciones. “Por ejemplo, la industria del entretenimiento representa alrededor del 7% del PIB en los Estados Unidos. Además, estudios recientes, indican que la llamada industria del entretenimiento es la fuerza impulsora de las nuevas tecnologías –además, del empleo- como antes lo fue industria de la defensa. Y si se suma la facturación mundial de dichas tecnologías ellas representan más de 3 billones de dólares, aunque las mismas se concentran en las naciones más industrializadas. Baste recordar que un 65% de la población mundial, no ha hecho nunca una sola llamada de teléfono y que existen más líneas telefónicas en Manhattan que en toda el África subsahariana”.
¿Pero qué son las industrias culturales? Se pregunta Getino, y se responde. “Estas industrias son inherentes al propio desarrollo de la Humanidad y tienen su origen en los tiempos de la Revolución Industrial. No son patrimonio de uno u otro sistema político, sino de cada nación que ha llegado a cierto nivel de desarrollo. No puede hablarse de verdadero desarrollo nacional allí donde un país no dispone de industrias culturales propias para la producción y difusión de sus imaginarios colectivos, tanto dentro de sus fronteras como fuera de ellas. Su importancia mayor no está dada por la dimensión de las inversiones, la tecnología, la producción o la comercialización- rasgos que son también inseparables de dichas industrias- sino de la calidad de los contenidos que las mismas produzcan y difundan para beneficio de cada comunidad, es decir, para su información, educación, entretenimiento y cultura”.
Getino agrega que existen numerosos términos para definir este campo de la cultura y que cada uno de ellos expresa una determinada visión ideológica del tema, así como intereses económicos y políticos claramente diferenciados. “Industrias del entretenimiento”, para los Estados Unidos; “industrias creativas”, para algunas naciones europeas; “industrias del copyright”, para las organizaciones representativas de la propiedad intelectual y las patentes; o “industrias de contenidos”, “industrias de futuro”, o muchas otras definiciones por parte de estudiosos e investigadores de la cultura.

Sin embargo, Getino señala que en la mayor parte de los países latinoamericanos donde ha comenzado a trabajarse el tema de las relaciones de la cultura, con la economía y el desarrollo, predomina una tipología según la cual, se define como industrias culturales a las que están dedicadas a la producción y difusión, con criterios industriales y serializados, de bienes y servicios destinados específica o principalmente a satisfacer o promover demandas de contenidos simbólicos, al margen del soporte o medio donde ellos sean ofertados.
“Soporte y contenidos son inseparables en estas industrias, aunque lo que el usuario de las mismas busca no es tanto el soporte sino lo que el mismo ofrece. Es decir, la obra literaria, presente en un libro; la obra musical, en un disco; la obra cinematográfica en una película. Dos dimensiones, una tangible y material y la otra intangible e inmaterial, que requieren ser estudiadas de manera conjunta, aunque respondan a lógicas distintas, dado que ambas conforman una misma entidad: la del producto o servicio cultural que se origina en dichas industrias”
Con el fin de establecer ciertas delimitaciones en el trabajo de estudios y políticas para este sector de la cultura, el OIC de Buenos Aires opera sobre las industrias ubicadas en los complejos: editorial: libro y publicaciones periódicas; audiovisual: cine, televisión, video y nuevas tecnologías de ese carácter; sonoro: disco y radio (complejo asociado en algunos estudios al audiovisual), y también la publicidad, que atraviesa los principales medios de comunicación para incentivar los consumos, manipulando contenidos y valores simbólicos según el interés de los anunciantes.
“También se hace necesario estudiar junto a estas industrias aquellas otras, definidas como ´auxiliares´, que posibilitan la labor de las mismas y sin las cuales ellas no podrían existir. Por ejemplo, la de la celulosa y el papel, en el complejo editorial; la de la electrónica, para la producción, emisión y recepción de radio y televisión, o la de la química, la electromecánica, la óptica, etc. presentes en casi todas las industrias culturales. A lo que se suma cada vez más la creciente presencia de lo que son las industrias “anexas”, en particular, el sector de Internet y las telecomunicaciones y la telefonía móvil, con su incidencia en lo audiovisual (ringtones, video, etc.)”.
“Si partimos de que, ya los antiguos habían establecido una vinculación de los aspectos económicos y culturales, Pitágoras, por ejemplo, con su vinculación música-matemáticas, debemos establecer que los primeros estudios prioritarios deben ser los que competan al análisis cuantitativo del sector, a sus estadísticas, volúmenes de producción y comercialización, balanza comercial, análisis de las cadenas de valor… Cuando hablamos de la necesidad de llevar a cabo estos estudios pensamos preferentemente en las carencias que tienen en el sector cultural las pequeñas y medianas empresas, y también las microempresas, ya que por su disgregación y escasez de recursos están impedidas a menudo de conocer la situación real donde están actuando. Resulta obvio que esta necesidad no es la misma para los grandes conglomerados industriales de medios y cultura. Ellos disponen de recursos suficientes para investigar todo lo que resulte conveniente a sus intereses y a menudo cuentan con más información que los propios organismos gubernamentales del sector. Es aquí, en el campo de lo pequeñas y medianos emprendimientos, donde la acción del Estado se hace mucho más necesaria, dado que ellos representan en nuestros países entre el 70% y el 75% de la facturación global y el empleo. En todo caso se trata siempre de obtener, procesar y poner en servicio información cuantitativa y análisis cualitativo que permitan comprender las relaciones entre cultura, economía y desarrollo y diseñar las políticas que correspondan para beneficio del país”.
En este punto, la labor de los observatorios que se proponen, a la manera del OIC, pretende convocar a los cuatro principales agentes del sector, que según Getino, son: los autores-creadores; los empresarios a cargo de la producción y comercialización de bienes y servicios; los investigadores y estudiosos del sector; “y el Estado mismo, responsable mayor de articular esas contribuciones para ponerlas al servicio del conjunto de la sociedad”.
Dentro del ámbito específico argentino expuso algunos de los proyectos investigativos en que se encuentran enfrascados, entre ellos se puede destacar el análisis del impacto del tango en la economía, el empleo y la cultura de la ciudad de Buenos Aires, lo cual se vincula al animo de nuestra Bienal, es decir a las dinámicas de la cultura urbana.
Ya cayendo la tarde, abandonamos la apacible sede, convencidos de que los nuevos aires que airean el clima latinoamericano, preconizan la alternativa de cooperación entre las naciones, la protección de nuestras individualidades creadoras y sobre todo la preservación de nuestras identidades culturales ante el fenómeno globalizador que arremete a nuestras naciones, de forma casi tan violenta como una agresión armada. Pero ante esto se yergue una voluntad popular que pondera los valores de esa América nuestra.

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