miércoles, 22 de junio de 2011

ENTREVISTA A OCTAVIO GETINO SOBRE V FESTIVAL DE CINE DE VIÑA DEL MAR

En Boletín ReDOC XXI - III Encuentro de Documentalistas de América Latina y el Caribe/Siglo XXI. Buenos Aires, 6-9 julio 2011

VIÑA DEL MAR 1967: PLATAFORMA DE DESPEGUE PARA EL DOCUMENTAL LATINOAMERICANO

Octavio Getino, es una figura clave del cine documental y fue uno de los cineastas movilizados que participó en el V Festival de Cine de Viña del Mar en el año 1967, donde la comunidad audiovisual de todo el cono sur se reunió por primera vez para debatir política y socialmente el documental latinoamericano y reconocer además la necesidad de encontrarse y organizarse a escala regional.

¿En qué contexto se encontraba la producción de cine documental en Latinoamérica en el ‘67?
La producción de documentales era poco representativa de la producción audiovisual de cada país, salvo la experiencia cubana donde ese formato tenía mucho respaldo del ICAIC, por la política que llevaba a cabo el gobierno de la isla para promover información sobre América Latina y el Tercer Mundo.
Los pocos documentales existentes en el continente procedían de iniciativas muy personales y casi heroicas, lo que no reducía de ningún modo el interés por los mismos, pero lo enmarcaba en la problemática mayor que era la de plantearse alternativas para el desarrollo de cinematografías que pudieran expresar de mejor manera a nuestros pueblos. A la vez que a cada uno de nosotros, como cineastas.
No existían en esa época festivales o lugares habituales de encuentro entre los cineastas de la región, sobre todo en los más jóvenes, y los escasos puntos de diálogo se daban en algunos festivales europeos en Italia, Alemania, Francia, Checoslovaquia, URSS, España.

¿Con qué expectativas fueron los cineastas argentinos al encuentro en Viña del Mar?
No queríamos ni conseguir productores, ni premios, ni reconocimientos institucionales, ni compromisos para la comercialización de nuestras películas, fueran cortos o largometrajes, de ficción, de animación o documentales. Teníamos una necesidad de lograr un encuentro directo e interpersonal con aquéllos que en distintos países latinoamericanos intentábamos producir y realizar nuestros primeros trabajos.
Era algo muy inusual para nosotros, una nueva generación de cineastas, cortometrajistas, documentalistas y estudiantes de países donde casi no existían escuelas de cine y que además no disponíamos de recursos económicos ni de ayudas oficiales para desplazamientos u hotelería. De todos modos, lo asumíamos como una verdadera fiesta.
Además podríamos charlar con figuras a las que admirábamos, como eran entonces los cineastas que venían de la Revolución Cubana, o de las experiencias del "Cinema Novo" de Brasil, o los que ya tenían obras de, al menos para nosotros, reconocida importancia en países vecinos, como Bolivia, Chile e incluso Uruguay.
Esa necesidad de encuentro y debate que se generaba entre colegas de la producción documental también se trasladó al cine en general…
Aunque lo documental pesaba en buena parte de los presentes, el tema mayor de debate no era documental o ficción, sino qué tipo de cine pensábamos producir para lograr una comunicación mayor con cada una de nuestras comunidades nacionales y para intercambiar la producción a escala regional. Era un debate inclusivo donde el cortometraje importaba tanto como el largo y la ficción, como el documento filmado.

¿Cómo fueron esos debates?
Había debates pasionales, intensos, fue por momentos tensionado, poco organizados y reglamentados, salvo cuando aparecían las figuras más representativas del ICAIC o de Chile Films.
Antes que acatar la uniformidad, cada realizador ponía sobre el tapete sus ideas sobre la manera de insertarse en el cine industrial y comercial de cada país, con vocación de crear polos de desarrollo productivos y sostenibles a escala nacional, o de transgredir las situaciones imperantes buscando circuitos alternativos y resistenciales.
Recuerdo que cada delegación o grupo participante aportó al encuentro una descripción sobre las circunstancias predominantes en el cine de su país (datos, cifras, legislación) y eso permitió un mayor conocimiento de lo que estaba sucediendo en la región.

¿Cuáles fueron las principales conclusiones de Viña y qué consecuencias provocaron en la región?
El único documento que surgió en ese "Primer Encuentro de Cineastas Latinoamericanos" hace referencias a los cortometrajes y a los largometrajes, pero no enfatiza en ningún género o formato, sino que se propone crear un "Centro Latinoamericano del Nuevo Cine, que reunirá a los movimientos del Nuevo Cine Independiente de cada país de América Latina". Lo cierto es que el diálogo, el debate interno fue una base de partida para el reconocimiento de la existencia de un nuevo cine en la región y para los encuentros que comenzaron a desarrollarse desde entonces en Mérida, Brasilia, Río de Janeiro, Quito, Caracas, Cartagena, México, La Habana, hasta llegar a conformarse, lo que se llamó el "Comité de Cineastas de América Latina".
Pero incluso en las resoluciones que suscribieron quienes participaron de la creación de dicho Comité, en Caracas (1974), no aparece nada referido al cine documental, sino a la necesidad de "examinar y discutir la problemática del cine latinoamericano" en el marco de regímenes dictatoriales y de la penetración y ideológica del imperialismo en los medios y las culturas nacionales.

Por último, ¿Qué otra reunión destacaría como fundacional del movimiento de documentalistas Latinoamericanos?
Cuando nos reunimos en el Festival de La Habana en 1987, se generó un documento que además de rendir homenaje a Viña del Mar ("A 20 años de Viña del Mar") se proponía convocar a un encuentro entre cineastas, teleastas y videoastas, con el fin de construir conjuntamente lo que entonces bautizamos como "Espacio Audiovisual Latinoamericano". Un espacio en el que cabrían las distintas tecnologías, los géneros, los formatos y las más diversas formas de expresión audiovisual, cada vez más interconectadas, y en dónde, la manifestación del documentalismo regional, podría encontrar, como sucede hoy en día, nuevas y muy diversas formas de inserción y desarrollo.

sábado, 4 de junio de 2011

NOTAS SOBRE EL RECIENTE CINE ARGENTINO

Octavio Getino

(Respuestas para un dossier de la revista “Tierra en Trance”. Junio 2011)

1 ¿Cuál es su evaluación del cine argentino durante los gobiernos de Néstor Kirchner y de Cristina Fernández?

Altamente positiva en la medida que, gracias a la asistencia estatal en el fomento cinematográfico, al elevado número de nuevos realizadores, y a la existencia de nuevas tecnologías audiovisuales, como la digitalización, se incrementó la producción -y en menor medida, la divulgación- de obras cinematográficas en el país, inclusive en regiones y sectores sociales que hasta hace muy pocos años carecían de imágenes fílmicas que los expresaran. Esto se tradujo también un desarrollo de la diversidad productiva, tanto desde el punto de vista ideológico-conceptual, como de la experimentación de formatos, narrativas y estéticas, acordes con la visión de cada realizador. Una situación realmente novedosa donde han comenzado a expresarse imaginarios y propuestas vinculadas particularmente a las nuevas expectativas y miradas de las generaciones más recientes de cineastas y audiovisualistas.

2 ¿Cómo evalúa el trabajo del INCAA?

Es evidente que la labor del INCAA no puede ser analizada al margen de lo que ha venido sucediendo en materia de nuevas políticas para la democratización de los medios y para que estos puedan expresar realmente las demandas -explícitas o no- de la ciudadanía. Recuerdo que algo más de veinte años atrás, en 1989, cuando casi un centenar de cineastas suscribimos un manifiesto para la creación de lo que llamamos "Espacio Audiovisual Nacional", o bien cuando poco después, en 1990, convocamos en el entonces INC a la primera reunión de representantes del cine, la televisión y el video para instalar una "Comisión Asesora Honoraria del Espacio Audiovisual", tales tentativas carecían de un contexto político nacional, y también cultural -sobre todo en el ánimo de muchos cineastas- para que tales iniciativas pudieran hacerse realidad. Sin embargo, los cambios ocurridos en la primera década de este siglo posibilitaron un mayor acercamiento, intercambio y actividades coproductivas en el sector cinematográfico y audiovisual, sobre el que se asienta el trabajo del INCAA. Promoción regional del cine y de nuevos realizadores, fortalecimiento de las relaciones con otros países de América Latina y el mundo, desarrollo de nuevos espacios de circulación y difusión, y sólidos acuerdos para trabajar conjuntamente con los viejos o nuevos sistemas del audiovisual, son méritos del INCAA, a la luz de los que corresponden a la nueva política comunicacional en la que están inmersos distintos proyectos del Estado argentino (Léase, por ejemplo, la reciente Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual). Pero como, suele decirse, aunque algo esté bien, ese algo puede estar aún mejor, y por ello pienso que se hace cada vez más necesario complementar o reforzar esas políticas con líneas de actividad poco desarrolladas todavía, como son las de investigar, estudiar y poner al servicio de todos los cineastas aquello que está ocurriendo con nuestro cine –tanto en lo cultural como en lo industrial/comercial- dentro del país y fuera de él; mejorar y ampliar sustancialmente los circuitos de difusión del cine nacional, latinoamericano y de calidad de cualquier parte del mundo, creando espacios socioculturales de encuentros y diálogo -no solo para pasar películas- en los que se convoque a participar protagónicamente a las nuevas generaciones; y promover la formación crítica de nuevos públicos para el cine y el audiovisual -labor que compete a un accionar conjunto de Educación, Cultura, Medios y Desarrollo- ya que sin esa labor formativa no podrá crecer la "libertad de elección" de los públicos -para que cada uno elija libremente por lo que conoce y no por lo que ignora- algo que me parece tanto o más importante que la "libertad de expresión" de los cineastas.

3 ¿Qué películas son las más representativas del período 2003-2011? ¿Que características las aúnan y cuales las diferencian?

Entre los cientos de títulos estrenados en el último período, resultaría arbitrario nominar a las que son más o menos representativas del cine nacional. Sin embargo aparecen algunos títulos que, personalmente, creo representan de algún modo al cine de estos últimos años. Pienso por ejemplo, en documentales como Raymundo, Los rubios, H.I.J.O.S el alma en dos, Yo no sé que han hecho tus ojos, Cándido López, Trelew, Pulqui o Argentina latente, que entre un número más amplio de films de ese género, han ilustrado -con miradas muy personales y creativas- buena parte de la problemática y la memoria de los argentinos, es decir, de la cultura nacional (los que a su vez hubieran sido prácticamente inconcebibles en décadas anteriores). Y en el caso de la ficción, creo que la cantidad y la diversidad experimentadas en el último período, no tienen casi parangón alguno con lo que es propio de las cinematografías de muchos otros países. En este sentido aparecen películas de muy diferente género que antes que mostrar antagonismos se complementan en una búsqueda compartida para expresar -o intentar hacerlo- los cambios culturales de los últimos años, aquellos que incidieron también en la recuperación de una memoria histórica. En general, muchos de ellos se orientan a establecer una comunicación más o menos fluida con el público nacional, sin perder la vocación de expresión autoral. Recuerdo, por ejemplo, El secreto de sus ojos, La niña santa, Iluminados por el fuego, El abrazo partido, Carancho, El aura, Monobloc, El hombre de al lado o La Revolución es un sueño eterno. Es un listado que podría fácilmente extenderse sobre otros títulos, y que marca a estos últimos años como uno de los períodos más fecundos de la historia del cine nacional, tanto por las características que los aúnan -la búsqueda de un interlocutor local, a partir de que la historia del cine y el audiovisual indican que ninguna obra, o casi ninguna, ha logrado éxitos reales en otros territorios si previamente no los tuvo en el propio-, como por las que los diferencian, dentro de lo cual aparecen títulos de rigor casi investigativo y experimental, que, aunque no logren impacto en el mercado, contribuirán sin duda a la construcción de una cinematografía más representativa de lo identitario-diverso que caracteriza a nuestra (o nuestras) culturas.

4 ¿Cree que existen modos de producción o representación, comunes o característicos de esta era?

El cine es el medio de expresión artística y comunicacional más condicionado por los cambios que se producen en la ciencia y la tecnología. No olvidemos que las obras cinematográficas recién aparecieron con la Revolución Industrial -las literarias o musicales, por ejemplo, no necesitaron de la existencia de industrias del libro o del disco- y esto incide fuertemente en los modos de producción, comercialización y de representación. Nunca como en nuestros días se han registrado tanta cantidad de imágenes fijas o en movimiento. Ello habla de las enormes y diversas posibilidades en este campo para las empresas, los autores, las organizaciones sociales y el propio Estado. Las innovaciones tecnológicas, junto con los cambios institucionales y políticos, abren sin duda espacios de comunicación audiovisual, cuyos horizontes no parecen tener, al menos hasta el momento, límite alguno. La característica común de esta era, es la aparición de una ciudadanía audiovisual, la cual requiere de acciones políticas y sociales que la haga realmente participativa, creativa y democrática, al margen de los modos de producción o de las tecnologías que se requieran para ello.